Por José Guerrero.
La Escuela de Historia de la UASD se creó en 1968 como producto del Movimiento Renovador y del proceso democrático surgido después de la muerte de Trujillo.
Predominaba la historiografía tradicional basada en el culto al héroe y al Estado al margen de las estructuras económicas, sociales y políticas forjadas por el pueblo dominicano. Para que la juventud fuese motor de los cambios sociales y del suyo propio se implementó el pensamiento crítico en el que el conocimiento histórico era imprescindible. Desde entonces se imparte Historia Social Dominicana a todos los estudiantes. La escuela la integraban distinguidos académicos, algunos protagonistas de la lucha democrática. La nueva historiografía científica y también la Antropología no se conciben sin ella.
Sin embargo, males de la sociedad y de la universidad la vienen afectando como la politiquería y el clientelismo, la falta de pertinencia social y de ética por lo que ha descendido la calidad del alumno, del profesor y de la enseñanza.
El presidente de la Academia Dominicana de la Historia, doctor Emilio Cordero Michel, después de participar en un concurso para ayudantes de profesor, propuso el cierre de la escuela. El Presidente de la República, en un seminario organizado por dicha academia sobre la Independencia de América, en el que participó como expositor un solo profesor activo de la escuela, mostró preocupación por el bajo número de estudiantes de la misma. Un alto funcionario universitario y algunos profesores defienden la escuela sin reconocer los problemas cognitivos y éticos existentes, ni plantear siquiera el cliché de un seminario. En 2004 quien suscribe hizo un estudio y una propuesta para dicha escuela –sólo con la ayuda de una profesora y algunos estudiantes- como parte del equipo que realizó junto a Ligia Amada Melo, Evarista Matías, Guillermo Díaz y otros académicos, un diagnóstico y el rediseño curricular de la Facultad de Humanidades. La propuesta de la Escuela de Historia fue la única aprobada por el Consejo Universitario. Hoy duerme el sueño eterno y muy pocos la conocen.
Se pretende desestimar la crítica del profesor meritísimo Cordero Michel con pruritos legales y hasta se cuestiona irrespetuosamente su obra historiográfica. Cuando se carece de argumento se ataca a la persona. Pero la situación es mucho peor de lo que se dice. El primer síntoma de una enfermedad es su negación por el paciente. Existe una categoría de ¨historiadores ágrafos¨ que nada investiga ni publica, aunque la escritura sea inherente a la Historia. Estos componen el grupo que en la Escuela de Historia abusa del poder, se reparte la mayor carga horaria y se ampara en la cultura que bifurca poder, saber y ética. Que alguien publique o investigue, que participe en eventos, sea miembro o asista a la Academia Dominicana de la Historia, lo convierte en ¨tonto o elitista peligroso¨ y se le advierte que puede tener el saber, pero no el poder, claro, el poder del clientelismo.
¿Qué escuela está exenta de estos problemas? Política y academia van de la mano en la UASD. Lo único que actualmente predomina son objetivos políticos-personales, rara vez académicos. Imposible llegar a un cargo electivo o designado sin cuñas políticas. Muchos de los ganadores de concursos para la docencia y la investigación, como denunció responsablemente el profesor Alejandro Paulino, se deciden de antemano. Son famosas la pérdida de expedientes o las patrañas para hacer fracasar a uno y beneficiar a otro. En general, la investigación y la producción de conocimientos, cuando se realizan, nada tienen que ver con la universidad ni con el apoyo a la docencia.
Platón se removería en su tumba si se entera de que la Vicerrectoría de Investigación se escoge por voto. ¡Es una cuestión de conocimiento, no de opinión o masa! El criterio de publicación no es relevante a la hora de votar por un candidato. Se podría justificar que al docente se le paga por enseñar y que el régimen de 40 horas no deja tiempo nada más, pero entonces se debería cambiar el nombre a la institución ya que, según Pedro Henríquez Ureña, desde el siglo XIX la universidad se diferencia de la escuela porque enseña e investiga. El director de la Escuela de Pedagogía ha dicho que el 75% de los futuros pedagogos del país entra a la universidad con un 5to.grado, pero no dijo con cuántos grados sale. Esto sí es realmente grave. No sorprende que recientemente el país sacara el último lugar de 17 países en matemáticas, lengua y lectura.
Pero el gran dolor de cabeza es la asignación docente cada semestre. Gran parte del trabajo de la Comisión de Asuntos Docentes se pierde en dirimir quejas y denuncias al respecto, no obstante existan criterios objetivos para hacerla: categoría, antigüedad y competencia. Si se informatizara, nadie podría burlar el derecho de los profesores, el coordinador de cátedra activaría su importante función y por fin las oficinas de planificación planificarían algo. Además, hay asuntos éticos que implican sanción según ordenanzas como el cobro prohibido compulsivo a estudiantes por ¨excursiones¨ y la venta de libros o material didáctico, algo común y hasta justificado públicamente. Se estima que unos 300 profesores incurren en esta práctica, número suficiente para decidir la elección del rector o del director de turno.
Por eso no se combate.
El Rector Magnífico y demás autoridades deberían organizar un amplio debate sobre la problemática porque ¨el que calla otorga¨, aparte de que la universidad se aboca a un proceso de reforma y rediseño, al parecer partiendo de cero y desconociendo muchas experiencias y estudios anteriores. La falta de coordinación institucional y continuidad en las políticas educativas son un grave problema de la UASD, no de una gestión en particular: por eso es una estructura, no un sistema académico. Según Demerval Saviani, la primera la constituyen los estatutos e instituciones, el segundo la coherencia teórica de la gestión científica y académica. Si no hacemos pequeñas acciones como un debate puntual, una revista académica institucional, concursos limpios, un congreso anual o la impresión de libros sin fallas mecánicas, más difícil sería una reforma. Lawrence Stenhouse advierte que es imposible reforma alguna si los miembros o la institución no quieren cambiar y de que jamás se debe cambiar algo dejando todo como está. El ¨pecado¨ de toda reforma es ponerle nuevo nombre a lo viejo y caduco. La estrategia de la reforma es analizar, debatir y construir consensos.
Así, no hay historia ni universidad que avance o justifique su función social. Es tiempo para el debate y demostrar que en la UASD se puede luchar más allá del beneficio propio y del fracaso del contrario. Como bien dice Orlson Marden, no se sale adelante celebrando éxitos, sino superando fracasos. No hay crítica capaz de construir o convencer sin autocrítica. El problema es que la UASD no dialoga ni con ella misma. Quizás no se ha dado cuenta, como el viejo de Zaratustra de Nietzsche sobre el Dios de antaño, que hace mucho que murió o que nosotros la matamos.
José Guerrero es historiador, antropólogo, catedrático universitario, investigador arqueológico. Fue subdirector del Museo del Hombre Dominicano. Autor de varias obras de folklore, estudios arqueológicos, cultura e historia dominicanas. Director del Instituto Dominicano de Investigaciones Antropologicas.